Malas Madres!

Para algunas convertirse en madres fue una decisión muy bien pensada. Para otras fue un descuido; otras pasaron mucho tiempo sin poder serlo, pero por designio divino ahora lo son. Y unas aunque esperaron, su bebé no se formó en su útero, sino en su corazón.
Lo cierto es que todas estamos en el mismo tren, el tren de la maternidad que hace un recorrido que dura toda la vida; con muchas estaciones pero un solo destino: Amar a alguien más que a nuestra propia vida!


Esta es una entrada exclusiva para mamás, mamás normales, de carne y hueso, con errores y defectos. Esas mamás que ponen más corazón que razón, que se equivocan, que se esfuerzan cada día por cumplir estándares y ser buenas madres, pero que en el fondo luchan con un sentimiento que parece no querer irse: el de sentirse “malas madres”. Si usted en algún momento de este viaje ha sentido esto, póngase cómoda y siga leyendo, esta entrada es para usted.


Para algunas este sentimiento empieza desde el embarazo cuando nos da terror engordar de más y por eso nos negamos a comer ciertas cosas que por más antojo que tengamos sabemos que nos engordan, e inmediatamente viene este diálogo interno que nos dice: usted no debería pensar eso! Piense en el bebé, el necesita alimentarse, si esta antojada es por algo, etc… cabe aclarar que muchas veces el diálogo no es solo en nuestra mente, sino también fuera y lo protagoniza nuestra mamá, la suegra o lo que es peor, gente a la que nadie le dio licencia de opinar. Para otras será lo contrario, aguantar las críticas y los regaños del médico porque está comiendo por dos y no para dos!. eso, de entrada nos hace sentir malas madres, aun sin tener a nuestro bebé en brazos.


Ser mamá es el regalo más maravilloso que he recibido en mi vida. Me atrevo a decir que todas pensamos igual. Pero no podemos desconocer que al convertirnos en madres también se nos asignan una cantidad abrumadora de responsabilidades y actividades, que si no fuera por esta capacidad sobrenatural que tenemos de hacer varias cosas a la vez, ya estaríamos listas para el manicomio. Pero creo que por mas Don sobrenatural, llegamos a un punto en que no damos más! ¿se ha sentido alguna vez así? Yo diría que si! Pero rara vez lo decimos, porque no se donde nos enseñaron que una mamá es abnegada, sacrificada e incansable. y aunque es verdad ¡No somos robots! Sentimos, nos cansamos, nos estresamos; pero por sobre todo no dejamos de ser mujeres. Mujeres a las que le gusta salir de compras, ir a la peluquería, vitrinear, pasar horas y horas hablando con sus amigas, salir a un centro comercial sola, leer un libro (sin interrupciones tipo: “mami quiero ir al baño” “¿podemos ir al parque?” tengo hambre” o por un llanto que indica “cámbiame el pañal” “tengo sueño” etc .) SI! somos mujeres, pero por alguna extraña razón hacer todas estas cosas que les mencione anteriormente nos hace sentir “malas madres”.


Dejar los niños al cuidado de la abuela, el papá o una niñera para ir a cumplir una cita médica o alguna entrevista de trabajo es normal y no hay sentimiento de culpa. Pero dejar los niños para ir a pasar una tarde con la mejor amiga? Eso mis queridas mamás, aparte que nos toma semanas (y hasta meses) planearlo, nos hace sentir que estamos cometiendo algún delito! Y cuando por fin todos los planetas se alinean, el universo conspira a nuestro favor, y por pura misericordia de Dios el plan se lleva a cabo y logramos cerrar  la puerta a nuestra espalda llevando un bolso en lugar de una pañalera, tenemos sentimientos encontrados; como un preso escapando de una cárcel de máxima seguridad: culpable, pero ¡libre!


Y esto solo por mencionar un ejemplo, porque nos sentimos las peores mamás cuando no cocinamos y solo comieron galguerias o comida chatarra, cuando los regañamos sin justa o (con justa causa) cuando se nos duermen en el sofá y no comieron, ni se cepillaron los dientes antes de acostarse, cuando se enferman (porque creemos que fue nuestra culpa por sacarlos la noche anterior sin chaqueta), por no dejarlos ver tv o tablet, o peor, por dejarlos demasiado tiempo frente a esos aparatos. Por no querer jugar con ellos todo el día, por sentir pereza de ir al parque, por trabajar tanto que al llegar a casa ya están dormidos, por no pasar tiempo de calidad con ellos, o porque cuando por fin logramos estar con ellos, los gritamos, o al contrario; por no dañar ese momento que se da una vez a la semana, no los corregimos, ¡en fin! la lista es de nunca a acabar.


Yo creí que era la única que sentía esto, hasta que conocí a otras mamás e incluso vi que existen películas dedicadas a nosotras.
Así que tome una decisión: no voy a pasarme todo el tiempo que me lleve este viaje tratando de ser la “madre perfecta” porque jamas lo voy a lograr. Simplemente voy a aceptar que soy humana, que necesito descansar, que me equivoco. Que querer tiempo para mi sola no es pecado. Que no se nace aprendida. Pero lo más importante: que cuento con la ayuda de el Único perfecto, de aquel que me permitió conocer el amor en su máxima expresión al darme el privilegio de ser mamá. Del Dios que vio en mí a alguien con la suficiente capacidad para confiarme dos personitas. Que cree en mí y todos los días me recuerda que Él ve mi esfuerzo por querer ser la mejor mamá para mis hijos, y que no solo lo ve, sino que lo valora y lo recompensa.

Que me espera cada mañana en nuestro lugar secreto para escuchar de mis labios decirle: “me siento mala mamá” y con una sonrisa y un beso en la frente me consuela y me dice: para mi eres la mejor mamá del mundo! Lo estas haciendo bien! y me llena de fuerzas para enfrentar el día y dar toda mi vida al servicio de estos dos seres maravillosos que me abrazan las piernas y me Te amo mami!
Así que dejo de luchar por “parecer” buena mamá, porque para ellos también soy perfecta.

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